Con el paso del tiempo, el colágeno de nuestra piel se debilita y la elastina comienza a degradarse, haciendo que la piel se vuelva más laxa. Un buen candidato para HIFU es alguien con una piel que se ha “relajado” hasta el punto de verse o sentirse menos firme. Una línea de las cejas más baja, la piel descolgada bajo el mentón, o las arrugas en el área del escote, son todos signos de laxitud de la piel.
A diferencia de los tratamientos con láser y de radiofrecuencia que penetran en la piel desde fuera, el HIFU funciona desde adentro hacia fuera para tensar y reafirmar la piel de manera no invasiva. Evitando el contacto con la superficie de la piel, el HIFU proporciona energía ultrasónica focalizada a profundidades de hasta 4,5 mm — a la misma capa dérmica que se aborda típicamente en un lifting quirúrgico.